Las promesas de fin de año que no cumplimos
En esta época del año es común hacer balances y ponernos metas para el año que comienza.
Según cuenta Ellen Tomson en el libro de Stephen M. R. Covey “El Factor Confianza”, sólo el 8% de los norteamericanos cumplen con los compromisos y promesas de fin de año.
¿Por qué fracasan el 92% restante en cumplir estos compromisos? ¿Qué nos lleva a comprometernos una y otra vez con objetivos y sistemáticamente dejarlos de lado sin actuar en consecuencia? Tal vez no nos percatemos de que hablar y no actuar en sintonía con lo dicho, tiene un costo.
“El primero de enero comienzo la dieta”, “el primero de enero dejo el cigarrillo”, “el primero de enero comienzo a escribir un libro”, “a partir de enero le regalaré flores a mi mujer cada mes”… y tantas cosas más.
¿Aplica para estas promesas de fin de año la idea de que la forma en la que hacemos una cosa es una buena metáfora de la forma en la que hacemos todas las cosas? ¿Qué aspectos de nuestro comportamiento se ven reflejados en estas pseudo promesas de fin de año? ¿Como se replican estos patrones en el plano laboral? ¿Tenemos realmente el compromiso de cumplir estas promesas así como las habilidades necesarias para hacerlo?
La pérdida de confianza en nosotros mismos, en la capacidad de aplicar nuestra fuerza de voluntad y en nuestra autoimagen, frustración y credibilidad, es clara y grande.
También podemos observar una relación sistémica entre nuestro rendimiento y la confianza. Dado un cierto nivel de competencia, a mayor rendimiento mayor confianza, y a mayor confianza mayor rendimiento y resultados. “Lograr que los demás confíen en sí mismos es una parte importante del liderazgo”, afirma Jack Welch.
¿Cuánto pierde una organización por la pérdida de confianza, y cuántos costos se elevan por operar en desconfianza?
Si la confianza es un buen negocio, ¿qué nos impide cuidarla y trabajar más y mejor para aumentarla día a día
El tema es inmenso, y excede este espacio, así que cerramos con tres simples sugerencias, para que considere su aplicación ante la posibilidad de realizar promesas con usted mismo y con los demás, desde el primero de enero…
- No prometa nada que no sepa o pueda hacer, ni deje de prestarle suficiente atención a sus capacidades y recursos necesarios, y a las implicancias que tiene asumir el compromiso. El “no me comprometo” es una opción más efectiva para todos los involucrados, que prometer y no honrar la palabra.
- Si al mantener una conversación de compromiso tiene la intención de cumplir pero no está seguro que lo vaya a hacer, haga explícito que es sólo una intención y no un compromiso.
- Mantenga la conciencia de que cada vez que promete algo y no honra su palabra, además del efecto dominó que esto produce en la cadena de acciones coordinadas, disminuye el crédito en la cuenta corriente emocional y relacional, propia y ajena.
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