Entre el cielo y el infierno

Entre el cielo y el infierno

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“Crecer en Sudáfrica del apartheid de 1940 siendo una persona de color estaba lejos de ser agradable. Me sentía tan afectado por mis experiencias vividas que mis padres decidieron llevarme a la India por un tiempo con mi abuelo, el legendario Mahatma Gandhi, con la intención que aprendiera de él los sentimientos de frustración, discriminación, ira y humillación ()

Una de las cosas que aprendí de mi abuelo fue a comprender el alcance y profundidad de la no violencia, así como reconocer que todos somos violentos y que es preciso que operemos un cambio en nuestras actitudes. A menudo no reconocemos nuestra violencia porque ignoramos que la tenemos. (Arun Gandhi, del libro Comunicación No Violenta de Marshall Rosemberg) 

De los hechos más dolorosos podemos aprender a reconocer cómo contribuimos con actos que parecen inofensivos y generan violencia. Familias que se enemistan, pérdidas de trabajos u oportunidades que se nos cierran por comunicaciones violentas.

¿Qué es una comunicación violenta?

Dime como te comunicas y te diré que tipo de vinculo tienes.

En las familias y en los equipos los especialistas se dedican a analizar la comunicación de los integrantes para detallar los patrones, roles y el tipo de relacionamiento.

La comunicación violenta no sólo consiste en peleas, gritos y exabruptos; hay otras formas de comunicarse que son menos explícitas pero igualmente violentas: comparar a una persona con otra haciendo un juicio sobre ella, exigir al otro que se comporte de acuerdo a nuestro modelo mental, imponer la verdad, comunicar solapadamente mi razonamiento o mis modelos tiñéndolos de “verdad objetiva” con el fin de manipular al otro.

Nuestras emociones, las emociones negativas, son la llave al infierno. Nos llevan a romper vínculos y nos degradan como seres humanos hasta convertirnos en seres casi irracionales.

La historia del maestro y el guerrero ilustra esta idea del infierno basada en los modos violentos de vincularnos:

Un guerrero se acercó al maestro y le dijo:

-Maestro, ¿cómo definirías al cielo y al infierno?

El maestro respondió con evasivas.

El guerrero quedó perplejo dada la fama del maestro. Era reconocido y respetado y le estaba dando una respuesta sin sentido. Le volvió a preguntar, esta vez con más énfasis:

-Maestro, todos dicen que tú eres la persona más sabia de estos lugares, te pido firmemente que me digas cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno.

El maestro volvió a contestar con evasivas sin sentido.

El guerrero, ya impulsivamente y con gran enojo, le gritó:

-¡Te exijo que ahora mismo me digas cuál es la diferencia!

Al no obtener respuesta, el guerrero comenzó a desenvainar su sable hasta que de repente escuchó la voz del maestro:

-La diferencia está en tu mente, en tu emoción, en tu comunicación, y estas por entrar al infierno.

Nosotros mismos poseemos la llave del infierno, y decidimos si entrar o no a él. ¿Cuántas veces lo hemos hecho al elegir comunicarnos y vincularnos de manera violenta con los demás?

Escrito por Victor Raiban

 

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